miércoles, 8 de enero de 2014

Tundra

Aquella tarde de Diciembre
caminamos sobre la hierba creyéndonos irrompibles.
Hoy es demasiado tarde para juzgar, abatidos, muestra candidez,
ese halo brillante tras los ojos con los que veíamos una tripulación invencible a la espalda.
Cuando quisiste volver a la orilla que mojaba tus tobillos descarnados de ganas de vivir,
me enseñaste que el mar se había evaporado en el despegue.
Casi pudiste tocar aquella arena tibia que ahondaba bajo tus uñas
cuando aún tenías vida en el corazón.
Y de pie
en el vértice de este arrecife,
mientras oigo como las notas cambian exhumando tu sonrisa,
siento como caminan hacia ti,
como se rozan con tu piel de memoria...
Que el olvido perdone aquellos besos que los años asesinaron.