Hubo un tiempo que nos quemaba el corazón por vivir un latido más.
Imagino que la distancia que nos separa de ese momento es igual a la que separa nuestros cuerpos cuando se fingen inertes.
Cada mañana abrazo la frialdad del metal que me trae de vuelta al mundo...
Mi rostro en el espejo tiene poco que contarme. Es como asomarse, cada día, al mismo abismo vacío de palabras.