Hoy regreso a tu pulmón vacía de oxígeno queriendo olvidar
que fuiste tú quien se llevó todo el aire de esta ciudad.
Me esperas abriéndote el pecho, dejando espacio entre tu cálida
carne…
No temas, el viento ya arrancó a la piel su memoria con un
crujido de recuerdos y canciones ahogadas en lágrimas.
Te miro con la pureza de que quien no ha visto otro cielo
que el de tus ojos en las noches sin estrellas.
Y me rindo, humano mío, porque soy tan débil como aquella
niña que tuvo demasiado miedo para aprender a caminar y murió esperando que
alguien le pusiese pies a la vida.
Tan débil, que dejé sobre tu almohada un mapa señalando
dónde podrías hallarme...
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